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No podría esperar más de la gente, un par de aplausos ante
lo extraordinario y la más insultante crítica e incluso el ataque ante la
equivocación. No esperaría más de mí mismo, aunque a veces me autoexcluya soberbiamente.
Decir que Francoise la amaba sería exagerado, solo se posaba
a admirarla, con “admiración profunda”. Era su mejor profesora hasta entonces, “la
dama”, le decían, era una mujer exuberante a pesar de vestir tan clásica y
sencilla como cualquier profesora, no cabía duda de su hermosura, pero más de
su inteligencia, el pequeño niño la idolatraba sin remedio, cuatro años clave
en su vida (de los doce a los quince), estuvo en sus clases.
Las Ciencias Sociales se convirtieron en una obsesión para
él, logró varios reconocimientos, el recuerdo de su maestra adorada lo seguía,
aquella frase: “carpe diem”. No la olvidó, fue intenso para todo, aprendió muchas
cosas, él las resumía en “enamorar y pelear”, la vida le redujo en buen grado
sus ínfulas pero su autoconfianza no decayó nunca, “podía partir la historia como
Nietzche, podía relativizar el tiempo como Einstein”.
Se encontró con ella, Alicia, la supo llevar hasta
conquistarla, desde que la conoció supo que debía estar con ella siempre, amaba
a “la dama” demasiado. Los años dejaron ver lo que la ilusión no pudo, una dama
de cincuenta y tres años cambiaría mucho, la edad parece precipitarse en ciertos
años de nuestra existencia, simplemente la abandonó.
El peor daño es el que se hace el ser menos dañino, tanto le
rogó, las cartas de niño, de adolescente, las visitas inesperadas de adulto, tantos
regalos y declaraciones. El sentir algo “inexplicable” era su forma de
cautivarla, precisamente eso le llevó a no
poder explicarse ante ella para terminar, una sonrisa y el mirar de costado fue
su contestación. Nadie le perdonó eso, ¿es peor el “inconsecuente” que el
criminal?, debe serlo, el segundo puede ser un genio, mientras el primero solo
un tonto.
¿Quién
reivindicaría el honor de la “consecuencia”, más aún, de la causa / efecto? ¿Un
hijo, un sobrino, un amigo, un transeúnte cualquiera, un callejón oscuro, uno
solo de ellos o todos en colaboración?; más aún cuando “la dama” cayó inerte
pocos días después del fatal “desencuentro”, la venganza se pedía sola, pedía a
Francoise.
Inspirado en “Un hombre muerto a puntapiés” de Pablo
Palacio
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